Soy una persona a la que le gusta vivir bien, lo reconozco, y probablemente recortaría mucho mis caprichos o mis demandas si no pudiera permitírmelas pero, como por ahora puedo pues, me las permito. Una de mis manías es vivir en altura, donde tenga unas buenas vistas y por eso, cuantos más cristales haya, mejor.
He vivido en las afueras de las ciudades buscando colinas o pequeñas elevaciones donde instalar mi hogar con el fin de tener unas bonitas vistas paisajísticas, y eso es genial, pero últimamente mi trabajo no me permite perder tanto tiempo en carretera así que tuve que optar por algo en la ciudad y claro, aquí hay que pensar en otro tipo de vivienda. Sin embargo, como sigo buscando esa altura y esos paisajes, sigue habiendo una opción: los rascacielos.
Me trasladé hace cuestión de seis meses a un rascacielos en la capital. Una preciosidad de edificio cuyo exterior, casi completamente de cristal, hace a los residentes poder disfrutar de unas magníficas vistas de la urbe. Sin embargo, compartir vivienda con otros vecinos trae sus pros y sus contras, y en este sentido la desventaja de mi vivienda actual era la dejadez de los mismos. Y digo era, porque ya he movido los hilos para solucionar el problema.
Mis vecinos estaban tan acostumbrados a dejar todo en mano de administradores descuidados que habían olvidado lo bonitas que pueden llegar a ser las vistas del edificio cuando hay un buen servicio de limpieza que deje los cristales relucientes así que, después de pelearme con algunos de ellos y de hablar repetidas veces con el presidente de la comunidad y el administrador de fincas que nos lleva todo, conseguí que contrataran a Traltur, una empresa de trabajos en altura que hace maravillas.
Ahora vienen a limpiar los cristales de todas las plantas del edificio una vez cada tres meses y es un lujo poder mirar hacia la nada sin ver manchitas de insectos muertos estampados o lamparones de las lluvias. Porque yo tengo clara una cosa, si pago por un lujo quiero que ese lujo sea perfecto, no me valen las medias tintas. Y al fin y al cabo esta vivienda cuesta lo que cuesta porque estás pagando unas vistas que quiero disfrutar sin manchas, así de sencillo. Y es que para no ver lo que estoy pagando prefiero irme a cualquier otro piso que seguro que me resulta más económico ¿o no?
Vistas Madrileñas de Acceso Público
Las mejores terrazas de Madrid son, en mi opinión, propiedad de entidades públicas o asociaciones, algo que pienso que está muy bien porque no es justo que sólo las disfruten unos pocos afortunados. Ahora bien, si yo, como afortunada, pago pos unas vistas, las quiero en perfecto estado.
En el Círculo de Bellas Artes, por ejemplo, podemos disfrutar de unas vistas preciosas de la Gran Vía madrileña. Si no recuerdo mal, acceder a la misma cuesta unos 2 o 3 euros, pero merece la pena pagarlos.
También hay una terraza preciosa en la plaza Vázquez de Mella, cuya entrada es gratuita. Ahí lo que se paga, y bien, es una consumición porque una cerveza puede costarte unos 6 euros tranquilamente.
En la Plaza de Callao, en el Corte Inglés, también se puede acceder a una gran terraza de manera gratuita. No es tan “cool” como la de Vázquez de Mella pero también tiene unas bonitas vistas de la Gran Vía.
Otra más. En la avenida de América, en el Hotel Silken, hay una terraza de acceso gratuito que tampoco está nada mal. Podrás tomarte un café o un refresco disfrutando de las vistas pero las bebidas no son nada baratas, alrededor de los 12 euros.
Y mi favorita, la del Gaudeamus Café, el edificio de las escuelas pías de la UNED que también ofrece acceso gratuito a la cúpula del edificio y que ofrece unas vistas maravillosas.