La ciudad cacereña de Valencia de Alcántara no tiene ninguna sala de cine abierta, como sucede con tantos pueblos españoles de poco más de 5.000 habitantes. Sin embargo, alberga cada año un festival internacional de cine hispano-portugués en el que se presenta lo mejor de la filmografía que se rueda en los dos países, más alguna película iberoamericana, que nunca falta. Además, cuenta con una asociación cultural ciudadana que cada semana organiza proyecciones en la Casa de la Cultura. Una intensa vida cultural ligada al cine.
Isabel, propietaria de «El Jinebro», un conjunto de casas rurales en Valencia de Alcántara, nos habla de los atractivos de la zona: el conjunto de dólmenes prehistóricos más grande de Europa, el singular barrio judío medieval, la frontera natural entre España y Portugal, que marca el curso del río Sever. A eso hay que añadir el Festival Internacional de Cine Periferias, que se celebra desde hace 10 años entre el 12 y el 20 de agosto.
Este festival es una colaboración entre Valencia de Alcántara y su vecino portugués Marvao, una villa de poco más de 3.000 habitantes que pertenece al distrito de Porto alegre.
Valencia de Alcántara es una ciudad fronteriza. Situada en el sudeste de la provincia de Cáceres, con un núcleo urbano central y 10 pedanías. Hace frontera con Portugal y se halla a escasos kilómetros de la provincia de Badajoz. Existen restos de presencia humana en la zona desde la época del paleolítico, si bien son los romanos quienes fundan la ciudad.
Entre 1644 y 1668, Valencia de Alcántara perteneció al Reino de Portugal. Es entre los siglos XVI y XVII cuando se produce el mayor despliegue urbanístico de la ciudad. Las disputas fronterizas entre los dos países marcarán el vaivén histórico del municipio, que será visitado a principios del siglo XVIII por Felipe V, el primer rey borbónico, inmerso, en ese momento, en la guerra de sucesión. Es entonces cuando la ciudad recibe el título de la “Muy noble, antigua y leal villa” de Valencia de Alcántara.
Aunque a efectos políticos, Valencia de Alcántara pudo haber estado marcada por la frontera hispano-lusa, en los hechos es un reflejo de la hermandad y la buena sintonía que existe entre los habitantes de los dos países vecinos. Por eso no es extraño que organicen un festival de cine compartido.
Festival Internacional de Cine Periferias.
Como indican los organizadores del Festival Periferias en la página web oficial, no se trata de un festival de cine al uso. Es un festival sin salas de cine, donde las proyecciones se hacen al aire libre, aprovechando antiguas ruinas históricas, castillos medievales, puentes romanos, antiguas estaciones de tren y remotos lugares de la frontera.
El cine se lleva a las pedanías y a comunidades rurales donde no es habitual proyectar películas, en un intento de llevar la cultura hasta el último rincón. La organización compartida entre España y Portugal permite a los espectadores que conozcan lo que se está haciendo en el país vecino. Cada noche, durante esa semana del mes de agosto, Valencia de Alcántara y Marvao se impregnan de la magia del cine.
En las proyecciones oficiales del festival se presentan algunas de las mejores películas de ficción y documentales del año. En la edición del 2022 se exhibieron las películas “Alcarrás” y “Cinco lobitos”, antes de que recibieran los premios Goya, y se estrenaran en las salas de cine.
Es un festival comprometido con los derechos humanos y el medio ambiente, en el que se presentan documentales como “Donbass”, sobre la invasión de Ucrania por parte de Putin, “Ar Condicionado”, un film portugués sobre el drama de la migración, o “La Cordillera de los Sueños”, un documental chileno que trata el tema del cambio climático.
Ray Medrano, un realizador de cine de la República Dominicana, autor de la película “Elisa”, opina que el Festival Periferias es una plataforma para que los nuevos cineastas y el cine independiente latinoamericano puedan hacer llegar sus propuestas a Europa más allá de los canales convencionales de distribución.
El festival también tiene sus premios. En la última edición se entregó el Premio Internacional Tajo a la película portuguesa «Vieirarpad» de João Mário Grilo, que trata sobre la vida del pintor Viera Da Silva. Fiel a su espíritu de difusión, la entrada a las proyecciones cuentan con un precio popular, que permite que cualquier espectador pueda ver las películas por 6 € la sesión y 30 € el bono del festival, con derecho a asistir a cuantas películas se quiera.
La edad de oro del cine en Valencia de Alcántara.
Cuenta el exhibidor de cine Tomás Berrocal a la revista digital «Rayanos», que en la década de los 70, llegaron a funcionar 4 salas de cine al mismo tiempo en Valencia de Alcántara. Entonces el municipio tenía en torno a 8.500 habitantes.
El cine llega a la ciudad en los años 20 del siglo pasado. El Real Casino de Artesanos alquilaba un proyector y pagaba los derechos de autor a una distribuidora para exhibir pequeños cortos de cine mudo de apenas 5 o 10 minutos de duración.
En 1934, el Teatro Luis de Rivera proyecta cine sonoro. Las instalaciones no estaban acondicionadas, pero por primera vez la ciudad cuenta con una sala estable de cine. Entonces el pueblo tenía poco más de 10.000 habitantes.
El cine se va haciendo popular entre los valentinos, y entre finales de los 60 y principios de los 80 llegan a convivir El Teatro Cine Luis Rivera, La Plaza de Toros, convertida en cine de verano, El Real Cinema y su sala al aire libre.
Cada día se proyectaban películas, con dos pases entre semana y cuatro pases al día los fines de semana. Cuenta Berrocal que los exhibidores eran auténticos forofos del cine, y que la gente les respondía. Para organizar tal programación ayudaba bastante el sistema de distribución. Las distribuidoras alquilaban o vendían las cintas en lotes cerrados, que incluían películas de serie “A”, las más recientes, y otras de serie “B”, más antiguas o menos conocidas. Esto permitía organizar programaciones que satisficieran a todo tipo de público.
Por la conexión con el público se iba creando una unión de gustos entre el exhibidor y el espectador. Así se sabía que tal sala era más propensa a proyectar películas de acción, mientras la otra tiraba un poco más a las comedias. También los horarios facilitaban la programación de diferentes películas en una sola jornada. Los fines de semana se organizaban sesiones para todos los públicos a medio día, en la que acudían los niños. A las 18:00 horas acudían los adolescentes, en esa franja se proyectaban películas de acción o de un estilo más juvenil. A las 20:00 era la sesión estrella, llegaban las parejas, se llenaba el cine y se ponía algún título actual. Y por la noche se programaba un cine más especializado, cine de terror o cine de autor.
Berrocal comenta que a pesar de la afluencia de público, la proyección de cine durante la segunda mitad del siglo XX era un negocio de subsistencia. Por eso en cuento apareció el video, y la gente empezó a alquilar películas en el videoclub, enseguida se notó en las salas. La cuota de pantalla y la política de distribución, que hacía que una película llegara a los pueblos seis meses después de haberse estrenado en las grandes ciudades, terminó por matar las salas de cine.
En 1990 cerró “El Gran Cinema”, la última sala en apagar el proyector en Valencia de Alcántara.
Asociación cultural “Nos gusta el cine”.
El cierre de las salas de cine no ha acabado con la afición de los valentinos por ver películas en pantalla grande. Tras varias iniciativas, que han tenido más o menos continuidad, un grupo de habitantes de la ciudad han creado una asociación cultural ciudadana que cada domingo organizan proyecciones de películas para verlas, por medio de un video-proyector, en el salón de actos de la sala de la cultura.
Para poder asistir a las sesiones hay que asociarse, pagando una cuota mensual. El socio recibe por correo electrónico la programación del mes.
Gracias a programas culturales se tiene acceso a películas de más o menos actualidad. Proyecciones que alternan con reposiciones de filmes demandadas por los socios, como “El buen patrón” de Fernando León de Aranoa, “Cándida” de Guillermo Fresser o “El médico” de Philipp Stölzl, basada en la novela homónima de Noah Gordon.
Realizan encuestas para conocer los gustos de sus socios e intentar programar películas que conecten con sus preferencias. Lanzan ofertas para sumar a la asociación a paisanos que residen fuera de la localidad, pagando una cuota menor, y permiten el acceso gratis de los hijos de los socios menores de 13 años a las proyecciones, organizando de vez en cuando sesiones infantiles.
Iniciativas como esta mantienen vivo el cine en situaciones complicadas y responden al interés de una parte de la población de que el cine se siga proyectando en pantalla grande.
Aunque no se haya filmado ninguna superproducción en la ciudad, Valencia de Alcántara mantiene una relación especial con el séptimo arte.