Cuando era niña siempre deseaba la llegada de la Navidad y no por lo regalos y las chucherías, sino por el ambiente que envolvía todo, era maravilloso. Lo malo es que cuando acababan siempre me quedaba un poco desilusionada. Me quedaba con las ganas de una Navidad Americana que, lógicamente, aquí no tenía. Veía en las películas árboles de Navidad inmensos, luces de colores, nieves, casitas de golosina, palos de caramelo, duendes y papás Noel por la calle, centros comerciales, parques, y villancicos sonando en cada rincón, tanto en equipos de sonido como en la boca de la gente por los barrios estadounidenses y luego aquí, en casa, no había ni gota de nieve, se ponía un triste Belén que no me dejaban tocar para que no rompiera las figuritas y ponían villancicos sólo el día de Navidad para tenerme contenta.